Kintsugi
Una grieta.
Pequeña abertura que separa una estructura antes unida. En sus bordes podemos ver el resultado de una separación. De un dolor. Un espacio antes común que ahora se niega físicamente a estar unido. Aunque los bordes encajen perfectamente, no se unirán perfectamente como uno mismo, nunca más.
Siempre me han parecido fascinantes las grietas. Me hace recordar que hasta las estructuras más fuertes tienden a quebrarse. Ese frágil equilibrio, antes imperceptible se hace visible a ojos de todos, se nos revela la vulnerabilidad. Y para mí que soy amante de lo real, me provoca un estallido de encanto.
A muchos la grieta les enfrenta a la idea de que la estructura es débil, frágil, destructible, vulnerable, inestable y defectuosa. Uno se siente de pronto desprotegido. "Yo que pensaba que esta estrutura era fuerte como un roble, que nunca se caería, que nunca se cansaría, que estaría estoica para siempre..."
A mí, a veces, las grietas me recuerdan que las estructuras están vivas. Que hay movimiento debajo de nuestros pies, a miles de kilómetros hay lava corriendo como ríos furiosos, vivos, veloces e impredecibles. Esa sangre del mundo que hace que continentes enteros se sacudan y con ellos, nosotros, las estructuras, todos, tú y yo.
Las grietas también me recuerdan a las cicatrices, ésas que nos empeñamos tanto en subsanar, que no quede una sola línea en la pared, en el piso, en la calle, en nuestra piel...eso no! Por que somos perfectos, sin dolores, sin ausencias, sin heridas que nunca cierran, por las que se nos va la vida, por las que sangramos diario y morimos también.
Esa estructura tiene historia, ha soportado los vientos, las guerras internas, externas, las buenas y las malas épocas, las tempestades y los veranos de sol. Y tiene derecho a romperse. A gritarle con furia al mundo, no puedo más! No aguantaré más! No soportaré este peso, me separo, me libero, me doy espacio y me alejo. Por eso creo que las grietas son signos de valentía.
Aperturas que aunque antiestéticas, le brindan a la estructura una magia particular, como si de pronto tuviésemos frente a nosotros a un ser más viejo, más sabio, más valiente. Que decidió hacerle caso a esa naturaleza interna antes de estallar en mil pedazos.
Por las grietas a veces también se cuela luz. Nos ayuda a iluminar espacios, nos obliga a voltear a ver la estructura y preguntarle..Qué pasa? Por qué te has roto? Cómo puedo repararte?
Por eso no oculto mis grietas bien abiertas, algunas como este dolor, las lleno de palabras, de llanto, de risas, de oro. Me rompo y si quiero me reparo. Y si no, está bien, porque no soy un ser irrompible, en mi fragilidad encuentro mi fuerza.
Pequeña abertura que separa una estructura antes unida. En sus bordes podemos ver el resultado de una separación. De un dolor. Un espacio antes común que ahora se niega físicamente a estar unido. Aunque los bordes encajen perfectamente, no se unirán perfectamente como uno mismo, nunca más.
Siempre me han parecido fascinantes las grietas. Me hace recordar que hasta las estructuras más fuertes tienden a quebrarse. Ese frágil equilibrio, antes imperceptible se hace visible a ojos de todos, se nos revela la vulnerabilidad. Y para mí que soy amante de lo real, me provoca un estallido de encanto.
A muchos la grieta les enfrenta a la idea de que la estructura es débil, frágil, destructible, vulnerable, inestable y defectuosa. Uno se siente de pronto desprotegido. "Yo que pensaba que esta estrutura era fuerte como un roble, que nunca se caería, que nunca se cansaría, que estaría estoica para siempre..."
A mí, a veces, las grietas me recuerdan que las estructuras están vivas. Que hay movimiento debajo de nuestros pies, a miles de kilómetros hay lava corriendo como ríos furiosos, vivos, veloces e impredecibles. Esa sangre del mundo que hace que continentes enteros se sacudan y con ellos, nosotros, las estructuras, todos, tú y yo.
Las grietas también me recuerdan a las cicatrices, ésas que nos empeñamos tanto en subsanar, que no quede una sola línea en la pared, en el piso, en la calle, en nuestra piel...eso no! Por que somos perfectos, sin dolores, sin ausencias, sin heridas que nunca cierran, por las que se nos va la vida, por las que sangramos diario y morimos también.
Esa estructura tiene historia, ha soportado los vientos, las guerras internas, externas, las buenas y las malas épocas, las tempestades y los veranos de sol. Y tiene derecho a romperse. A gritarle con furia al mundo, no puedo más! No aguantaré más! No soportaré este peso, me separo, me libero, me doy espacio y me alejo. Por eso creo que las grietas son signos de valentía.
Aperturas que aunque antiestéticas, le brindan a la estructura una magia particular, como si de pronto tuviésemos frente a nosotros a un ser más viejo, más sabio, más valiente. Que decidió hacerle caso a esa naturaleza interna antes de estallar en mil pedazos.
Por las grietas a veces también se cuela luz. Nos ayuda a iluminar espacios, nos obliga a voltear a ver la estructura y preguntarle..Qué pasa? Por qué te has roto? Cómo puedo repararte?
Por eso no oculto mis grietas bien abiertas, algunas como este dolor, las lleno de palabras, de llanto, de risas, de oro. Me rompo y si quiero me reparo. Y si no, está bien, porque no soy un ser irrompible, en mi fragilidad encuentro mi fuerza.
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