Recuerdos ausentes.

Cuando me senté a tu lado  no te reconocí. Había visto tu cara tanto tiempo y aún así no pude reconocerte. Se te habían perdido tantas cosas que al final sólo quedaban pedacitos de ti. ¿Qué es lo que a alguien le hace ser? ¿Son sus recuerdos? ¿Su personalidad? ¿Las palabras? ¿Qué?

Cuando enfermaste todos lo hicimos contigo. Fue como una mala película donde todos nos teníamos que ir saliendo poco a poco del guión, dejándote sola. La mano que te había sostenido por 50 años tuvo que reconocer que era momento de dejarte ir. Ni su recuerdo permaneció en ti, ése también se esfumó y con ello un poco de su corazón.

Todos los que habíamos compartido un poco de tu vida contigo desaparecimos, nos desvanecimos. Ni adiós pudimos decir en toda esa confusión. Cuando entendimos qué era lo que pasaba era tarde, ya no existíamos.      Ahora éramos fantasmas para ti. Tan real y tan irreal eras. 

Pero aún en el anonimato te conocimos y amamos. Te descubrimos. Te entendimos. Te tuvimos.
Todo era nuevo, nos amabas por quienes éramos, no por quien fuimos. Todo nos perdonamos, todo lo olvidamos también, incluso los que todo lo recordábamos.

Me despedí de ti un domingo. Te miré a los ojos y todo lo sabías. Lo entendí. Te abracé y abracé mi dolor. Entonces te re-conocí. Estabas. Siempre estuviste. 

Entonces pensé que siempre consideras la posibilidad de quedarte sin muchas cosas al final de tu vida, pero piensas que los recuerdos y vivencias que te hicieron ser quien eras, permanecerán siempre contigo y no siempre es así, pero viviste, respiraste, amaste y aún ahora lo haces por medio de todos los que alguna vez te conocimos, respiramos, amamos.





Comentarios

Entradas populares de este blog

Doble J

En un mundo perfecto

Futuro